Un articolo chiesto per il sito da Luisa Muraro a Milagros Rivera.
5 Aprile 2013

Rosa Rossi

di María-Milagros Rivera Garretas


Rosa Rossi (Canossa, 1928 – Roma, 4 febbraio 2013)


De Rosa Rossi recuerdo que tenía el don de la sensibilidad. Con la sensibilidad detenía la barbarie, como un hada que levantara un poquito una varita mágica. Detenía la barbarie de los prejuicios y del rigor académicos, de las ideologías y de las prisas. Estaba en la universidad como hispanista (erudita y grandísima), y parecía una mística; era marxista, y escribió sobre santa Teresa de Jesús y sobre san Juan de la Cruz los mejores ensayos que conozco; empezaba una conferencia llena de gente expectante, y se tomaba su tiempo con cualquier cosa, casi sin decir nada, como quien sostiene al descuido una flor o un vaso, hasta que los ojos y los oídos se fijaban sonrientes. Por eso, todavía hoy (o especialmente hoy, no sé) hay que prepararse para leerla con el primer movimiento de los ritos de paso: la separación.

Como pasa con la mística femenina, su escritura no ha notado el paso del tiempo. De sus ensayos, mi favorito sigue siendo el libro Teresa d’Avila. Biografia di una scrittrice (1983, 2ª edición ampliada 1993), premio Donna Città di Roma, dedicado a Ida Magli (en italiano) y a Giulia Adinolfi (en la traducción española, de 1984), un libro tan querido que se vendía en los kioskos de periódicos en España en 1995. Esta biografía cambió definitivamente las claves de lectura de la vida y de la obra de Teresa de Jesús, que pasó de ser una mujer grande pero lejana por lo incomprensible a ser una fuente de inspiración de hombres y mujeres, incluso jóvenes feministas, como ya había ocurrido en el siglo XVI, siglo en el que también había escritoras feministas, como la novelista castellana Beatriz Bernal, autora de libros de caballería como los que leían Teresa y su madre Beatriz de Ahumada.

El secreto de Rosa Rossi fue el seguir las fuentes históricas con sencillez para, sin perderlas de vista, ir descubriendo los flujos de la conciencia de Teresa hasta conseguir trasladarlos literal y alegóricamente a la escritura de su biografía. Esto quiere decir que Rosa Rossi se situó a cada paso en el contexto de la información que Teresa pudo tener, prescindiendo de los conocimientos que se tienen cuando se mira desde el presente y se sabe cómo acabó la historia. Teresa vivió siempre perseguida, siempre con el riesgo de ser detenida y condenada por el tribunal de la Inquisición de Castilla; escribir sabiendo que al final sería canonizada, habría tergiversado el sentido de su vida y de su escritura.

Para conseguir algo tan difícil, Rosa Rossi se dejó llevar por la inspiración, inspiración que ni pone ni quita objetividad a la historia sino que la vuelve “historia viviente”. Escribió en la Prefazione a la segunda edición de Teresa d’Avila (p. XXX):

“Letti e utilizzati dall’interno della mente di lei, quegli appunti mi svelarono la grammatica delle “voci” teresiane: interventi lucidi di una “voce” interiore, momenti di dialogo tra voci contrastanti all’interno della mente. Piú di una volta la “voce” insiste perché lei “non trascuri di scrivere quello che ti dico […] altrimenti dimentichi quello che ti ho detto”, in altri casi la voce polemizza con la mentalità patriarcale che vuole limitare la libertà di movimento di Teresa. In altri casi l’appunto registra momenti dell’”innamoramento” per Gracián o della tensione con Juan de la Cruz.”

 

Pienso que Rosa Rossi revolucionó a finales del siglo XX la noción de biografía histórica con profundidad semejante a la de Virginia Woolf con su Orlando, del que su autora dijo que quiso “revolucionar la biografía en una noche”.

Al saber de su muerte, me vino el recuerdo de su sensibilidad en la voz de los dos últimos versos del poema 1038 de Emily Dickinson:

Ser una Flor, es profunda

Responsabilidad –

 

María-Milagros Rivera Garretas

Barcelona, 29 de marzo de 2013

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